Sesenta años con voz y voto

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Sesenta años con voz y voto

Igualdad electoral. En 1949, la Asamblea Constituyente aprobó el sufragio femenino en Costa Rica.

Eugenia Rodríguez Sáenz

La Nación, 30 de agosto de 2009

En la Costa Rica de los años 20, locos, criminales y mujeres se parecían en que no podían votar. Bien lo recordaba un artículo de Sara Casal publicado en enero de 1925. En ese escrito, ella denunciaba lo siguiente:

“Esas mujeres que no quieren el voto ignoran que existe una afrentosa lista en nuestra ley electoral, en la que se coloca a la mujer de último, entre los que no pueden votar equiparándola entre los locos, incapacitados mentalmente, criminales por simples y graves delitos, enjuiciados, sordo-mudos, insolventes, y por último las mujeres”.

Tales argumentos adquieren vigencia en el 2009, cuando se cumple el sexagésimo aniversario de la conquista del sufragio femenino (20 de junio de 1949).

El voto de las mujeres no fue producto de una simple concesión de los políticos; su conquista coronó una ardua y prolongada lucha de las mujeres y, en particular, de la Liga Feminista (1923). Esta organización lideró una campaña sistemática de discusión y presentación de las propuestas de reforma ante el Poder Legislativo.

Firmes empeños. Entre 1917 y 1949, hasta donde se conoce, se presentaron catorce propuestas para aprobar el sufragio femenino, de las cuales solo cuatro se votaron: en 1917, 1925, 1945 y 1949. En este complejo proceso se pueden distinguir tres grandes etapas.

La primera (1890-1910) se caracterizó por el inicio de los debates periodísticos en torno a la cuestión femenina. Se plantearon entonces las primeras reformas ante el Congreso para equiparar los derechos sociopolíticos de las mujeres con respecto a los hombres.

El presidente José Joaquín Rodríguez aparentemente fue uno de los primeros políticos que se pronunció a favor del derecho al voto femenino, en un discurso sobre reformas constitucionales ante el Congreso, el 4 de junio de 1890.

En la segunda etapa (1910-1923) se incrementaron los debates y se elevaron las primeras propuestas del voto femenino ante el Congreso. A partir de la década de 1910, el movimiento obrero intervino en las discusiones sobre la cuestión femenina, lo cual propició una participación más visible de las mujeres en la política. Este proceso se vio favorecido por la aprobación del voto directo en 1913.

Igualmente, en esos años –en forma sistemática a partir de 1912–, Ángela Acuña destacó como la primera mujer que impartió conferencias y publicó artículos a favor del movimiento feminista y sufragista.

Durante la dictadura de los Tinoco (1917-1919), en mayo de 1917, el diputado Alejandro Alvarado Quirós presentó la primera propuesta de voto femenino ante la Asamblea Constituyente. Su iniciativa fracasó pues 20 diputados votaron en contra, 16 a favor y 7 estuvieron ausentes.

En 1920, tras la caída de los Tinoco (en la cual las mujeres desempeñaron un papel decisivo), 30 diputados plantearon una propuesta de voto femenino restringido. Este proyecto habilitaba como ciudadanas a las mujeres letradas, costarricenses por nacimiento o adopción, y mayores de 20 años, para ejercer el voto en las elecciones municipales. También podían ser electas regidoras. No obstante, tal iniciativa recibió un dictamen negativo.

Por último, en junio de 1923, antes de la fundación de la Liga Feminista, 64 mujeres –sustentadas en los planteamientos de un grupo de estudiantes del Colegio Superior de Señoritas– entregaron al Congreso la primera petición de voto femenino planteada por mujeres. Tal gestión tampoco fructificó.

Emancipación. La tercera etapa (1923-1949) se caracterizó por una mayor beligerancia en los debates sobre el voto femenino, y por una participación creciente y protagónica de las mujeres en los partidos políticos y en los movimientos en defensa de los derechos civiles y político-electorales.

Durante este período destacó la organización del movimiento feminista, con la fundación de la Liga Feminista el 12 de octubre de 1923. Esta desempeñó un papel significativo en las luchas para reivindicar los derechos de las mujeres, y particularmente por el voto femenino.

Para Ángela Acuña, presidenta de la Liga, la conquista del voto femenino era fundamental debido a que “la emancipación familiar, intelectual, civil y económica no podrían conseguirse fácilmente sin haber antes obtenido la política. Si cierto es que aquellas llegarían por medio del voto, éste debía perfeccionar la última”.

Durante el debate legislativo de 1925, más allá de las opiniones a favor y en contra de los diputados, existía una decisiva cuestión de cálculo. En el Congreso se discutía una reforma electoral que establecería el voto secreto, lo cual eliminaría una de las bases de control que tenían los partidos sobre los votantes.

De aprobarse el voto femenino, a la incertidumbre creada por el voto secreto se añadiría la del voto femenino. Este duplicaría el tamaño del electorado para las próximas elecciones. En tales circunstancias, los diputados optaron por limitar la incertidumbre y aprobaron únicamente el voto secreto.

En la década de 1940 se presentaron varias propuestas del sufragio femenino ante el Congreso, pero no fueron favorablemente acogidas debido en buena parte a la polarización que experimentó la política costarricense en ese decenio. En este contexto, amplios y diversos grupos de mujeres –en particular las maestras– exigieron que se les otorgaran los derechos civiles y electorales de los que ya gozaban los hombres.

Triunfo. Después de la guerra civil de 1948, hubo un reacomodo de las fuerzas políticas que favoreció la aprobación, por la Asamblea Constituyente, del voto femenino, el 20 de junio de 1949. A diferencia del debate legislativo de 1925, el de 1949 se orientó a favor del sufragio femenino.

Al igual que en 1917 y 1920, los argumentos esgrimidos por los diputados se centraron, en orden de importancia, en el papel protagónico y en el gran civismo que habían tenido las mujeres en acontecimientos políticos recientes, en sus capacidades intelectuales, en su acceso creciente a la educación y en su papel esencial en la formación de los costarricenses.

Como en 1925, el cálculo electoral también fue decisivo en 1949, pero en un sentido distinto. En este último año, dos de las principales fuerzas políticas del país (calderonistas y comunistas) habían sido desarticuladas. En este marco, los vencedores en la guerra civil (ulatistas y figueristas) apoyaron la aprobación del voto femenino porque, sin la presión de elecciones inminentes, contaban con que la ampliación del tamaño del electorado podía jugar a su favor.

Así, no sorprende que de los partidos Unión Nacional y Social Demócrata saliera el 85% de los votos con los que se aprobó el sufragio femenino en 1949. Años después, Ángela Acuña sostuvo que “el Presidente Figueres ganó [las elecciones de 1953 con] muchos votos de las mujeres, porque él apoyó [la reforma] en la Constitución de 1949 que dio a las mujeres el voto”.

Sin embargo, para Acuña, las mujeres “no deben pensar que todo está al alcance de su mano: conquistado ese derecho es cuando empieza, en realidad, su labor efectiva en la conquista por la aplicación de principios jurídico-políticos que las beneficien o puedan beneficiarlas en el futuro”.

LA AUTORA ES HISTORIADORA E INTEGRANTE DEL CENTRO DE INVESTIGACIÓN EN IDENTIDAD Y CULTURA LATINOAMERICANAS DE LA UCR.

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