El Profesor John H. Elliott habla de su último libro…

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John Elliott:  «El populismo nos devuelve a un mundo demagógico ya superado»

El Cultural, 28 de septiembre de 2009

Daniel Arjona

No resulta frecuente que la erudición, la claridad y el entusiasmo se aúnen sin estridencias. Tal es el caso de John Elliott (Reading, Inglaterra, 1930), historiador, hispanista esencial, premio Príncipe de Asturias 1996 y caballero del Imperio británico que ha regresado a España para disertar, precisamente, acerca del Ocaso de los Imperios en las Américas española y británica. Que un verdadero maestro imparta una conferencia magistral como la ofrecida por Elliott en la Casa de América de Madrid no resulta tan habitual como debiera. Del citado ocaso de los imperios, los antiguos y los más recientes, ha conversado con El Cultural.

Pregunta.- Aboga por una visión histórica única de las dos orillas atlánticas. ¿Por qué?

Respuesta.- Siempre he intentado relacionar las historias de ambas orillas contra la habitual separación historiográfica habitual no tanto quizás en España como en la escuela anglosajona. Es una nueva manera de practicar un buen enfoque de la historia de la colonización de las dos Américas dentro de un contexto más amplia. La visión atlántica es la que predomina entre los historiadores de hoy. Todo un movimiento cargado de vitalidad ha venido a relacionar, en lo que respecta a la época moderna e, incluso, contemporánea, lo que antes no lo estaba: la emigración, los intercambios comerciales, de personas, ideas, etcétera.

P.- ¿Qué diferencia los modelos de colonización española e inglesa?

R.- Existen dos grandes diferencias entre ambas. En primer lugar, nos encontramos con la presencia o ausencia de civilizaciones sofisticadas y densas como se encontraron en México y Perú al contrario de las mucho menos sofisticadas y densas del Norte. En segundo lugar, es también muy importante la presencia o ausencia de minas de plata, que sólo abundaban en el Sur. Ambas marcaron el específico tipo de colonización de los dos pueblos.

P.- Y respecto al “ocaso de los imperios”, ¿se puede afirmar, a tenor de la posterior evolución de las ex colonias británicas y españolas, que las primeras se independizaron “mejor”?

R.- Es producto en parte del momento en el cual se independizaron. La Guerra de Independencia de los Estados Unidos fue mucho más breve que la que sacudiría las colonias suramericanas. A causa, entre otras, de la intervención de España y Francia. Por ello, el Norte se salvó de esas luchas internas que siguieron y siguieron hasta eternizarse y militarizar las sociedades del Sur. Y en parte también debido al gusto por la libertad entre los colonos angloamericanos, quienes odiaban encarnizadamente los ejércitos permanentes acuartelados en sus tierras. Los héroes de la independencia de Estados Unidos, como George Washington, no quisieron hacerse caudillos como los del Sur.

P.- Usted utiliza muy a menudo el concepto de “desengaño” para referirse a la decadencia colonial española. Y sin embargo los ingleses no sólo no lo sufrieron, al perder sus territorios atlánticos, sino que obtuvieron un nuevo y poderoso imperio…

R.- Sencillamente los ingleses tuvimos la suerte de disponer de la India. Con los principios de un nuevo Imperio en India y Asia, la pérdida de las colonias norteamericanas no fue tan grave para nosotros como para los españoles que dependían tanto de las suyas. A ello se sumaron el dominio del comercio atlántico y la revolución industrial que vivieron las Islas.

P.- ¿La actual ola populista que sacude América Latina supone una esperanza para aquellos países o más bien una invitación al desastre?

R.- Me parece un regreso al mundo demagógico de hace unas décadas que creíamos olvidado. Lo lamento y creo que deberíamos lamentarlo todos.

P.- ¿La crisis actual puede llevar a un nuevo «ocaso de los imperios» en el que Estados Unidos y Europa pierdan la hegemonía y países como China, o India cojan el testigo?

R.- El mundo que viene va a ser multipolar, lo que supondrá un cambio radical. Ningún país podrá ya ser dominante. Habrá mucha más fluidez que en las últimas décadas y, por ello, es muy importante que los hombres de Estado sepan navegar el nuevo mar embravecido que nos espera.

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